viernes, 29 de marzo de 2013

Intitulado

Desde la ciénaga inhóspita
habitada por cuerpos sin sangre,
de rostros que ocultan ojos
que han perdido la mirada,
vine.

 Desde el rincón oscuro
 de la fría habitación
donde yacen los recuerdos
calcinados del fuego trepidante
escapé.

 Desde la abúlica consonancia
de un ritmo
que solo conoce la monotonía,
surgí.

Y heme aquí,
contemplando la unión
de lo inmenso y lo infinito,
inhalando en éxtasis
el aliento inconfundible de lo imperecedero,
palpando en carne viva
el paso del tiempo,
de siglos, de milenios.

 Porque cuando parece que es el fin,
solo es un paso más,
y aunque el horizonte se aleja con cada paso,
con cada fin,
solo es el comienzo,
solo es otra oportunidad.

 Y en este divagar de ideas
y relaciones estelares,
de golpe azoté el rostro contra el suelo,
y al levantar la mirada solo pude ver tus ojos,
entre un vendaval abrupto
enviado por el deseo
no oí más que tu voz en el viento.

Cuando la furia de los elementos
quiso ahogar mis ansias, mis sueños,
fue tu perfume el hálito de vida que atravesó mi cuerpo.

Mas, ingrata providencia,
maldito sino del eterno,
luego de rozar mi piel
con un tibio rayo de tu sol
soy condenado al encierro,
al destierro,
a la tortura
dentro de este témpano de hielo.

Encadenado de las vísceras
de la lengua y del cuerpo entero,
solo hay algo que no se puede encadenar
y eso es mi fuego.

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