Y aquí estoy,
en el cuchitril más picante
que pude encontrar
tras el mercado,
para hacer un poco dulce
el agrio sabor de
tu partida
con una humilde
cañita de chicha.
El frío no se siente,
y el ruido de la lluvia
no se escucha.
No moja mi cuerpo,
más que el elixir que
en este momento
me brinda compañía.
La música que buscaba,
la encontré,
de hace cuarenta años atrás,
con sabor a vinilo y charol
aún se escucha sobre la pista
su fritanga.
La bella camarera
me dobla la edad, y
quién sabe, quizá más.
Pero su belleza no está
en el rostro ni figura,
está en su discreta sonrisa,
en el sudor de la frente
y la familia que hay detrás.
La barra que vacía estaba
ya no da más,
los personajes se apretujan,
cada cual más singular.
De la nada surgen charlas
que sólo en este lugar se dicen,
y de aquí no escaparán.
Claro tengo que,
con esto no te olvidaré,
pero tal vez
cuando más te recuerde,
caeré por aquí otra vez.
Bueno, ya era hora de escribir poesía, fue mucho tiempo de amor, tal vez demasiado, también mucho tiempo de sufrir, estoy seguro que demasiado, es el tiempo de expíar, es el tiempo de sanar, es el tiempo de escribir.
viernes, 8 de febrero de 2008
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