La brisa nocturna
se cuela por mi ventana,
y en su cálido aliento
reconozco el susurro de
de tus breves labios,
envolviendo mis oníricos divagares,
con los brezos perfumados
del embriagante elixir de tu ausencia,
en ésta,
la víspera de tu inminente partida.
Ausencia, rapto y huida,
secuestro de aquel corazón,
que es requerido por su enardecido
amante.
Marcha implacable, agazapada
entre el tiempo y el espacio
que se difumina en lontananza,
donde mis deseos no han de regir.
Sea la estrella que marca tu senda, brillante.
Reluciente como el ardor de este pecho anhelante,
para que la oscuridad, si la hubiera,
no intente rozar ni un ápice
de tu alma encandilada en la ventura
de nuestro recuerdo.
Bueno, ya era hora de escribir poesía, fue mucho tiempo de amor, tal vez demasiado, también mucho tiempo de sufrir, estoy seguro que demasiado, es el tiempo de expíar, es el tiempo de sanar, es el tiempo de escribir.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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